miércoles, 27 de noviembre de 2024

Kafka y La muñeca

 

Un año antes de su muerte, Franz Kafka vivió una experiencia insólita. Paseando por el parque Steglitz, en Berlín, encontró a una niña llorando desconsolada porque había perdido a su muñeca.

Kafka se ofreció a ayudar a buscarla, pero no apareció, entonces Franz, le contó a la niña, que su muñeca, no se había perdido, sino que estaba viajando alrededor del mundo y le explicó que él era un cartero de muñecas, especializado en llevar las cartas de las muñecas viajeras del mundo.

 

La niña, le pidió que si recibía alguna de su muñeca, se la llevara y durante tres semanas, Kafka le llevó las cartas escritas por la muñeca viajera.

“Por favor no llores, he salido de viaje para ver el mundo. Te voy a escribir todas mis aventuras".

Cuando él y la niña se reunían, le leía estas misivas, cuidadosamente compuestas con miles de aventuras imaginarias sobre la muñeca, cuyos viajes por el mundo que evocaban a los de Phileas Fogg.
La niña se consoló con la idea de que su amiguita estuviera viviendo tantas y tan variadas experiencias.
Pasadas unas semanas, Kafka le regaló una muñeca nueva a la pequeña, ella obviamente, la veía diferente a a la suya, pero una carta adjunta le explicó la razón de su cambio:

– “Querida amiga, mis viajes me han cambiado“.

Muchos años más tarde, la niña encontró una carta metida en una grieta desapercibida dentro de la muñeca.
que decía:

”Cada cosa que amas es muy probable que la pierdas, pero al final, el amor volverá de una forma diferente“.

 

 

 

 

Esta historia tan tierna tiene varias versiones. Esta que acabamos de leer es la versión de la escritora y psicoterapeuta estadounidense May Benatar, y lleva por título Kafka y La muñeca , la omnipresencia de la pérdida." En esta versión, la muñeca, aunque cambiada, regresa junto a la niña.

La segunda versión es de Paul Auster y la encontramos en su maravillosa novela The Brooklin Follies. En ella, la muñeca se casa y nunca vuelve al lado de la niña. Nunca se encontró a la pequeña, ni las cartas, pero la que era por entonces la compañera de Kafka, Dora Diamant, contó que Franz se sentaba frente al escritorio a redactar las cartas de la muñeca viajera, con la misma gravedad y tensión con la que compuso toda su obra. Paul Auster ilustra con esta breve historia la sustitución de la realidad por un relato de la misma.

 

 

 

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